La Última Moda

2285

La Última Moda

Sufrimos mucho por creer en las mentiras y este mundo se encuentra lleno de ellas. Una de 124_la ultima modalas peores es el consumismo, que nos hace pensar; “Si no estoy vestido a la última moda, no seré aceptado”. De esta manera, el consumismo tiene a la gente corriendo siempre detrás de los últimos modelos de ropa, y para disfrazar su cuerpo, han creado una gran competencia en la moda, como pintarse el pelo del color correcto, tener los mejores pantalones, las faldas más caras, glamorosas gafas o lujosas joyas.

Hombres y mujeres compiten por posiciones ficticias en el mundo de la ilusión. Los hombres quieren tener un auto último modelo, corbatas para aparentar y competir en una sociedad de falsos valores, del falso Status Quo, una mentira total. El hombre confundido, engañado y siempre ansioso, trabaja para conseguir dinero, y poder comprar lo que algunas industrias “producen”, ropa hecha en países pobres y etiquetada con marcas de última moda, luego venden estos productos como si fuesen hechos en París; el individuo acepta éstas necesidades impuestas por el sistema capitalista y paga exorbitantes sumas por cosas ordinarias, aparentando estar al día en estos superfluos asuntos.

La última moda es una verdadera lástima, ya que continuamente se cae en el juego de que la persona con ropa más cara es la persona que más valor tiene.

La influencia materialista que está arruinando nuestra salud y nuestro planeta, es básicamente una influencia que se encuentra lejos de la espiritualidad. Quienes la siguen, solamente creen en el beneficio inmediato, el fin es llenar los bolsillos con dinero. Ellos no creen en ningún futuro, ninguna ley del karma o de responsabilidad. El materialismo busca mantenernos en ignorancia, aprovechándose de las adicciones de muchas personas, para mantenerlas en ese estado, pues una persona dominada por el materialismo va a comprar todo lo que la sociedad moderna está fabricando y no va a pensar en el futuro de sus hijos y de la tierra.

La mayoría de las personas tratan de disimular su ignorancia, pretenden ocultar que no saben cómo es el mundo y así caen en la trampa de la publicidad, desperdiciando su vida en el intento por comprar más y más cosas que ni siquiera pueden pagar. De esta manera, el hombre se ha creado un infierno de falsos valores, donde nada es verdaderamente importante. Cuando la persona envejece y llega a los 80 años, en teoría, la marca de la ropa ya no tiene importancia, pero en realidad, la ilusión ya estuvo y sigue estando difundida por los medios de comunicación, que promueven y acentúan el materialismo y el aparente beneficio de éste, dejando de lado el aconsejar buscar la verdad, la autorrealización.

En el mundo actual, todo es una competencia sólo para acumular más de lo necesario, se pretende aparentar, incentivar la envidia en los demás. Una gran tendencia de la moda es exponer más el cuerpo: menos tela por más dinero. Finalmente, en vez de trajes de playa, se venden hilos que cuestan fortunas, los mismos hilos también se pueden comprar en otros lugares por muy poco dinero.

En este mundo ilusorio todos piensan que lo más importante es el cuerpo y la vida sexual y, por ende, gran parte de la moda solamente incentiva la lujuria, pues uno de los objetivos del sistema capitalista es aumentar los deseos materiales y el status quo equivocado. Sentir pureza, ser amable, sincero, no n el actual mundo competitivo, donde se desson valores que tengan alguna relevancia etaca el que es más vanidoso.

El deseo de lucirse conduce a la búsqueda de sobresalir de cualquier forma, inclusive afectando la vida de otros. Sin embargo, ni con dinero, ni con ningún otro tipo de Sufrimos mucho por creer en las mentiras y este mundo se encuentra lleno de ellas. Una de las peores es el consumismo, que nos hace pensar; “Si no estoy vestido a la última moda, no seré aceptado”. De esta manera, el consumismo tiene a la gente corriendo siempre detrás de los últimos modelos de ropa, y para disfrazar su cuerpo, han creado una gran competencia en la moda, como pintarse el pelo del color correcto, tener los mejores pantalones, las faldas más caras, glamorosas gafas o lujosas joyas.

Hombres y mujeres compiten por posiciones ficticias en el mundo de la ilusión. Los hombres quieren tener un auto último modelo, corbatas para aparentar y competir en una sociedad de falsos valores, del falso Status Quo, una mentira total. El hombre confundido, engañado y siempre ansioso, trabaja para conseguir dinero, y poder comprar lo que algunas industrias “producen”, ropa hecha en países pobres y etiquetada con marcas de última moda, luego venden estos productos como si fuesen hechos en París; el individuo acepta éstas necesidades impuestas por el sistema capitalista y paga exorbitantes sumas por cosas ordinarias, aparentando estar al día en estos superfluos asuntos.

La última moda es una verdadera lástima, ya que continuamente se cae en el juego de que la persona con ropa más cara es la persona que más valor tiene.
La influencia materialista que está arruinando nuestra salud y nuestro planeta, es básicamente una influencia que se encuentra lejos de la espiritualidad. Quienes la siguen, solamente creen en el beneficio inmediato, el fin es llenar los bolsillos con dinero. Ellos no creen en ningún futuro, ninguna ley del karma o de responsabilidad. El materialismo busca mantenernos en ignorancia, aprovechándose de las adicciones de muchas personas, para mantenerlas en ese estado, pues una persona dominada por el materialismo va a comprar todo lo que la sociedad moderna está fabricando y no va a pensar en el futuro de sus hijos y de la tierra.

La mayoría de las personas tratan de disimular su ignorancia, pretenden ocultar que no saben cómo es el mundo y así caen en la trampa de la publicidad, desperdiciando su vida en el intento por comprar más y más cosas que ni siquiera pueden pagar. De esta manera, el hombre se ha creado un infierno de falsos valores, donde nada es verdaderamente importante. Cuando la persona envejece y llega a los 80 años, en teoría, la marca de la ropa ya no tiene importancia, pero en realidad, la ilusión ya estuvo y sigue estando difundida por los medios de comunicación, que promueven y acentúan el materialismo y el aparente beneficio de éste, dejando de lado el aconsejar buscar la verdad, la autorrealización.

En el mundo actual, todo es una competencia sólo para acumular más de lo necesario, se pretende aparentar, incentivar la envidia en los demás. Una gran tendencia de la moda es exponer más el cuerpo: menos tela por más dinero. Finalmente, en vez de trajes de playa, se venden hilos que cuestan fortunas, los mismos hilos también se pueden comprar en otros lugares por muy poco dinero.

En este mundo ilusorio todos piensan que lo más importante es el cuerpo y la vida sexual y, por ende, gran parte de la moda solamente incentiva la lujuria, pues uno de los objetivos del sistema capitalista es aumentar los deseos materiales y el status quo equivocado. Sentir pureza, ser amable, sincero, no son valores que tengan alguna relevancia en el actual mundo competitivo, donde se destaca el que es más vanidoso.

El deseo de lucirse conduce a la búsqueda de sobresalir de cualquier forma, inclusive afectando la vida de otros. Sin embargo, ni con dinero, ni con ningún otro tipo de distinción o título que se pueda obtener en este mundo, seremos eternamente felices. La felicidad de este mundo es temporal, y es así que continuamente divagamos entre la felicidad y la aflicción.

El ser humano tiene cada día muchas oportunidades para superarse, para dar y encontrar un valor real a su vida, que no es aquel que se paga con dinero. La moda no tiene respeto por otros, es una manifestación de la codicia del comercio y de la vanidad. Dios dice: “Uno debería ser ecuánime, ver oro y piedra como lo mismo, y ver a todas las mujeres con mucho respeto como si fueran nuestra propia madre”.

Para salir del cautiverio de la moda material, uno debe entender que somos almas espirituales eternas. Lo único necesario es mantener cuerpo y alma en armonía para vivir tranquilos y ocupados en el servicio a Dios. Debemos entender que el éxito radica en trascender la lujuria, la envidia, la codicia y la vanidad. La vanidad quiere destacarse sea como sea, aún cuando no se tenga dinero. Aquellas cualidades positivas deberían ser las que resalten en nosotros, por ser personas honestas, limpias, decentes, que buscan la verdad y mantienen relaciones de corazón a corazón. En este mundo material nosotros podemos continuamente crecer, pero, en fin de cuentas todo el crecimiento termina porque el crecimiento material es nada más que una de las situaciones karmáticas de nuestro vínculo con la materia, y la moda es una de esas, que tiene un comienzo y un final. Pero, el crecimiento espiritual, la evolución de la conciencia es de suma importancia, el desarrollo de la conciencia nunca se pierde. Dios dice en la sagrada escritura llamada Bhagavad Gita que en este proceso no hay disminución, ni pérdida, aún el más mínimo avance hecho en este camino es un logro que uno ya tiene para toda la vida. Entonces, imagínese Dios es muy generoso. Él dice que si tú haces servicio con devoción eso no se pierde, siempre vas a caminar hacia adelante.

Uno cuando más madurez tiene, más amor tiene para entregar, y más madurez significa más cariño, más amor, más paciencia, más determinación hacia las cosas bien hechas. Entonces, en la Conciencia de Krishna no tenemos ninguna limitación para que alguien pueda avanzar espiritualmente, nosotros tenemos las puertas abiertas para los que quieran avanzar en el camino de la espiritualidad y quieran salir de este mundo material. Los invitamos, pero por favor con buena energía, pongan su participación en ello con mucho entusiasmo.

Librémonos de los falsos valores. No desperdiciemos nuestra vida en conseguir cosas que son sólo para personas codiciosas. Debemos acercarnos a la belleza de la verdad espiritual, la moda material no es nada más que una ilusión y no nos conviene vivir corriendo tras ilusiones. Esta es una invitación a buscar la belleza trascendental y eterna.

Fuente: Colección Sabiduría Védica
Autor: Swami B.A. Paramadvaiti

Compartir
Artículo anteriorLa suerte
Artículo siguienteLa Vaca Sagrada