La idea del socialismo, que surgió como una respuesta al capitalismo, fue interesante hasta cierto punto, a pesar de su posterior fracaso. En los países socialistas la vida sencilla que era promulgada, parecía librar de las angustias del materialismo, pero como dichas naciones estaban supeditadas a precarias leyes seculares y férreas ideologías políticas, muchas personas vivían frustradas sin la oportunidad de afianzar cosas tan necesarias como la espiritualidad. Esto las diferencia de otras comunidades que han vivido con lo necesario, y además, seguido las recomendaciones de culturas milenarias, como India, en donde se practica la vida sencilla con pensamiento elevado. Estas dos disposiciones resultan muy sanas para una sociedad.
El capitalismo es el sistema que gobierna el mundo actual, incluyendo a países como China, que se proclaman comunistas cuando en realidad son capitalistas que venden todos sus productos a otros países a través de la empresa llamada Estado.
La dinámica del capitalismo es controlada por emporios económicos, los cuales generan fenómenos que afectan a todos, como la globalización, que es un sistema a través del cual grandes corporaciones se apoderan de los mercados internos de los países denominados del tercer mundo. La globalización lleva a los pequeños y medianos productores a la pobreza, tras la falsa apariencia de competencia leal y adquisición democrática de los bienes.
El sistema está moribundo, y los poderosos que lo controlan explotan los recursos humanos y naturales hasta la última gota. Sin embargo, para que pueda resistir esto, la sociedad es abastecida con drogas, alcohol, campeonatos deportivos mundiales y demás actividades que distraen la atención de los temas importantes.
El mundo resulta horrible cuando se descubre la realidad de la explotación. Por ello se necesita afianzar un ímpetu que conduzca a la práctica de una vida consagrada a la verdad, y así adquirir una conciencia que nos permita ir al mundo espiritual. Cultivar la veracidad es la salida al sufrimiento, la miseria y la ansiedad que produce el sistema capitalista. Tal actitud impedirá, por ejemplo, que las personas sigan siendo consumidoras pasivas e ignorantes de los productos de las grandes corporaciones, productos en cuyo proceso se destruye la naturaleza y la vida de los trabajadores, y cuyo consumo acaba con la salud mental y física de la humanidad. Es una lástima que los gobiernos no asuman la responsabilidad de proteger a la población de los nefastos planes de las corporaciones. Seguramente esto se debe a que ellos mismos son financiados y controlados por grupos económicos.
En la cultura védica, las decisiones de los gobernantes eran supervisadas por autoridades fidedignas. Miles de años atrás, por ejemplo, el rey Chandragupta contaba con el sabio Chanakya Pandit como primer ministro. A pesar de tener mucho poder en el reino, este primer ministro vivía de una manera sencilla, retirado de las actividades materialistas. Tal estilo de vida obedecía a queChanakya Pandit entendía que la sencillez y la humildad son cualidades que ayudan a no cometer el error de aprovecharse del poder para favorecer los intereses de los poderosos, ni tampoco los personales.
Es posible que personas como Chanakya Pandit pudiesen mantener hoy en día la credibilidad de un gobierno, y contribuir a que éste cumpla las responsabilidades adquiridas con los ciudadanos y la naturaleza. A propósito de la naturaleza, los jefes indígenas han demostrado ser líderes más sabios que los cosmopolitas políticos. Por ejemplo: tras la expulsión de los Piel Roja del espacio que habitaron por generaciones en E.E.U.U., el jefe indio escribió una carta al presidente del país, pidiéndole que por favor tratasen a la tierra, los árboles y los ríos como algo sagrado, y que viesen a los animales como hermanos. Esta solicitud, desde luego, no fue atendida por el gobernante de los “cara pálida”. Hoy en día, es muy difícil encontrar gobiernos que cuenten con consejeros que lleven una vida tan transparente y sencilla que nadie pueda cuestionar su integridad.
El motivo por el cual a las grandes naciones no les interesa el beneficio común, es que todas están supeditadas a la dinámica del capitalismo, un sistema que favorece a los poderosos, pero a costa de todas las demás personas y formas de vida. Como si esto fuera poco, se suma la deshonestidad de los gobernantes, caracterizada por el clientelismo y la malversación de los dineros públicos.
El espíritu capitalista y, su soporte, el consumo irresponsable, alienan a la gente y alimentan la maquinaria del progreso depredador. Así mismo, la actitud arribista hace perder la bondad, el respeto, la paz, en la medida en que conduce a hacer lo que sea con tal de cumplir las demandas de la maquinaria a la se pertenece. Esta situación recuerda la descripción que hacen escrituras védicas de la época materialista, denominada Kali yuga o Era de Hierro. Según los Vedas, la era de Kali es definida por la violencia, la hipocresía y los malos entendidos.
Si queremos que mejore el estado actual de las cosas, los poderosos del mundo deben empezar a servir a la humanidad y a respetar a la sociedad. Así mismo, todos debemos practicar la no violencia (como Mahatma Gandhi) y cuidar a la madre naturaleza a través de una dieta vegetariana, por ejemplo. Así podríamos hacer del planeta un lugar agradable.
La clave está en adquirir una buena conciencia. Para alcanzar esto, es necesario conocerse a sí mismos y comprender que somos entidades espirituales que estamos en el mundo para servir. En la formación de toda persona debe haber un interés por descubrir la misión del alma, así como el Amor Universal. Hay que orar a Dios y pedirle: “¡Oh, mi Señor, déjame ser un instrumento de Tu amor!; sólo quiero cualificarme y volverme un buen líder de mí mismo y de mi familia; he comprendido que el consumismo irracional y el arribismo me convierten en parte del problema, no de la solución; sácame de esta existencia temporal llena de miserias y llévame a Tu morada eterna; no deseo volver a nacer en este mundo”.
Todo ser tendrá que marcharse algún día de este mundo. Llegado ese momento, lo importante es hacerlo con una buena conciencia, producto de las buenas acciones. Por el contrario, en posesión de una mala conciencia, el ser tendrá que regresar al mundo temporal, con el riesgo de perder incluso el privilegio de nacer como un ser humano.
Fuente: Colección Sabiduría Védica
Autor: Swami B.A. Paramadvaiti