En la cultura védica existen todo tipo de responsabilidades, y una de las más importantes es la función que cumplen los soldados (conocidos como ksatryas). En nuestra sociedad moderna, ellos vendrían siendo las fuerzas armadas del Estado, que tienen la responsabilidad de mantener la ley y el orden, y la labor de velar por el bienestar de todos.
Para cumplir este objetivo, las fuerzas armadas no pueden ser arbitrarias ni caprichosas; deben tener en claro que son servidores de la verdad. En cambio, cuando ellas pierden su objetivo real, se vuelven un peligro público, y pasan a ser, paradójicamente, bandidos y criminales, es decir: lo que se supone que deben combatir. No se debe generalizar ésta situación, ni desvalorizar la importante labor que éstas personas cumplen en la sociedad. Sin embargo, hay demasiados crímenes que se les suele adjudicar. Hoy, la fuerzas armadas parecieran equipararse con aquel tipo de persona que es capaz de matar dónde sea, cómo sea y a quién sea.
Por los crímenes de la humanidad que se les suele adjudicar, las fuerzas armadas parecen equipararse con aquel tipo de persona que es capaz de matar dónde sea, cómo sea y a quién sea. Ellos reciben el nombre de sicarios en la sociedad civil, y de mercenarios en los gobiernos. Esta circunstancia es realmente común en un mundo de violencia y de abuso.
Por eso, es tan difícil encontrar un sitio de paz y tranquilidad; prácticamente, los armamentos y la actitud beligerante de la gente han contaminado el planeta entero, sin mencionar el reflejo que se muestra en los medios de comunicación. Al respecto, el gran escritor ruso Tolstoi pronosticó que mientras existieran mataderos, habrían campos de batalla donde los hombres se matan entre sí.
Como la violencia es indeseable, debemos anhelar una vida donde impere el amor universal y donde las personas que ostentan el poder garanticen un medio ambiente pacífico de respeto a los derechos de cada uno, pero esto último sólo será posible hasta cuando los gobernantes mantengan la ley y el orden, sin cometer atropellos ni propiciar la barbarie.
La cultura védica glorifica a los reyes santos precisamente porque ellos protegían las reglas de la religión, ayudaban a las personas, propiciaban un ambiente pacífico y se esforzaban porque las instrucciones de los sabios (o brahmanas) fueran atendidas por todos, incluyendo a los guerreros, los comerciantes y los obreros. En la historia de la India han existido grandes consejeros como Chanakya Pandit, el primer ministro del rey Chandragupta (contemporáneo de Alejandro Magno).
Se cuenta que Chanakya Pandit ejerció su cargo desde una cabaña en el bosque: desde allí influía en la política y las decisiones más importantes del rey, sin contaminarse con el deseo material de favorecerse a sí mismo o a su familia. Este sabio tenía las cualidades indispensables para dirigir a quienes tenían los poderes y los aspectos administrativos de un pueblo.
Srila Prabhupada (quien fuese un gran maestro espiritual fundador de Conciencia de Krishna en Occidente) señala: “Los magnánimos brahmanas como Chanakya Pandit no tenían intereses personales, sino que velaban por el bienestar completo de todos los súbditos. Chanakya Pandit era un gran político y brahmana. Él era sumamente erudito y sus instrucciones morales son aún valiosas. En India a los niños en sus escuelas les enseñan las instrucciones de Chanakya Pandit”.
Chanakya enseñó que es importante estar del lado de la veracidad y, por ende, procurar el bienestar común de las entidades vivientes, y no el caos y la explotación. Este imperativo debe guiar el criterio de la organización policíaca y militar. Al parecer, Chandragupta entendió a la perfección esto, o sea: que todo rey necesita de un buen consejero para cumplir su deber. En nuestro caso, esto equivale a la guía de un maestro espiritual genuino.
Ahora bien, aunque es necesaria la presencia de alguna instancia que vele por la ley y el orden, como las fuerzas armadas, la sabiduría védica recomienda estudiar el legado de los reyes santos, los cuales se sacrificaron para proteger a los demás, y utilizaron la fuerza solo ante los grandes peligros. No obstante, ellos eran conscientes de que la violencia trae muchas complicaciones, ya que cada acción tiene una reacción, y es así que uno siempre es responsable de todo lo que realiza, así también de algún error en la ejecución de su deber. Aplicando lo anterior a este tema, debemos comprender que las fuerzas armadas o cualquier persona que tenga en su poder algún arma, debe ser la persona más responsable, puesto que su error puede ser la causa de la muerte de otro.
En relación, al punto anterior recalcamos la importancia y deber que tiene cada individuo de cuidarse de cometer errores que afecten la vida o el bienestar de alguien. Debido a esto es muy necesario que desarrollen un criterio propio.
Es una fortuna tener contacto con el mensaje de los grandes maestros, quienes —con base en la cultura védica— han explicado la ley de Dios y enseñado que se debe evitar la violencia a toda costa. Estamos hablando de cualquier forma de violencia y agresión: religiosa, familiar, psicológica, y otras.
No podemos olvidar que la ley de Dios es la ley que respeta, sin distinción, los derechos de cada ser viviente aquí en la tierra. Por tal razón debemos aceptarla, y no aceptar aquellas leyes que son ajustadas a la conveniencia de unos pocos, y además son acomodadas por ellos mismos, haciendo un mal uso y abuso del poder, en algunos casos.
La ley de Dios puede nombrarse con la palabra sánscrita tri-kaladau, que significa: «bueno para el pasado, presente y el futuro», por lo tanto es una Ley que puede bendecir al planeta entero.
Fuente: Colección Sabiduría Védica
Autor: Swami B.A. Paramadvaiti