Sentirse triste tras la partida de un ser querido es algo que puede acontecer en cualquier momento.
Hay una historia muy antigua donde se narra como un sabio puede dar iluminación sobre este triste acontecimiento, difícil de superar. Una vez una mujer perdió a su hijo y se lamentaba mucho. Ella pidió ayuda y finalmente le recomendaron que fuera donde Buddha. Ella se dirigió al santo hombre junto con su hijo muerto y le suplicó que le regresara la vida al niño; entonces el Señor Buddha aceptó ayudarla con la condición de que le llevara semillas de mostaza de las casas donde no hubiera muerto nadie. La mujer esperanzada salió a buscar de casa en casa esas semillas de mostaza, pero no consiguió ninguna porque en todas las casas donde había buscado había muerto alguien. Entonces regresó donde Buddha y él le preguntó por las semillas, ella le respondió que no las pudo encontrar porque en todas las casas donde había buscado, había muerto alguien. Entonces Buddha le explicó que la muerte es un proceso natural por el cual todos debemos pasar; y que ella no era la única que sufría la pérdida de un ser querido.
Cuando un ser amado se marcha es un momento muy doloroso, porque uno se siente muy seguro con las personas que lo acompañan y piensa que van a estar para siempre; pero, de repente vemos que ese ser querido ahora es tan sólo un cuerpo muerto, y que también ya está causando problemas, porque ese cadáver hay que cremarlo o enterrarlo y esa situación es muy dolorosa.
En este momento la sabiduría debe llegar a nuestro corazón para darnos cuenta que esa persona nunca fue un cuerpo material, sino un alma que ya no está en ese cuerpo, y que de acuerdo con su karma, acciones y actividades (ver Colección de la Sabiduría Védica No. 39 “Karma, la justicia infalible”) va a tomar otro cuerpo diferente. Es un momento de reflexión, porque los seres queridos cuando se van, nos dejan una gran enseñanza; y es que aquello que amábamos de alguien no era precisamente su cuerpo, sino su ser, su espíritu, que ahora está en el camino hacia el Infinito.
Nuestra vida es muy corta y el momento de la muerte es algo muy serio, por lo tanto, debemos ponernos siempre a disposición de Dios. Necesitamos avanzar en el sendero espiritual utilizando todo momento que tengamos para hacer algo provechoso con nuestra inteligencia; porque cada segundo es precioso. No podemos calcular el valor de un segundo; un segundo de vida vale más que cualquier cosa en la Tierra, porque en el momento de la muerte no podremos obtener ni un segundo adicional aunque tengamos toda la fortuna del mundo. Entonces imaginemos cuánto vale la vida que tenemos; y cuántas cosas maravillosas podemos hacer con ella. Lo más fundamental es la evolución de nuestra conciencia; y por ello la partida de un ser querido debe volvernos serios para saber aprovechar nuestra existencia a cada momento.
El mismo Arjuna (amigo íntimo de Krishna, Dios) se afligió por la partida de su Señor porque se dio cuenta que dependía totalmente de su Infinita Misericordia. Así todos nosotros dependemos de Dios, y siempre vamos a ser dependientes; de otra manera si nos volvemos arrogantes, pensando que todo lo logramos gracias a nuestra capacidad o talento; o peor aún, si llegamos a dar malos tratos a otros, o matando animales o engañando a las personas; lo único que lograremos será una serie de problemas con los cuales vamos a estar estancados en nuestro crecimiento espiritual. Por ello cuando un ser querido nos deje, hagamos de esta situación un peldaño para madurar en espíritu; pisemos este peldaño con firmeza y devoción y entreguemos nuestra vida a Dios. Él sabrá correspondernos debidamente, por esto pidámosle ayuda para superar esta pena.
Si nosotros somos los que vamos a partir y vamos a dejar a nuestros seres queridos con la esperanza de volver a encontrarnos, debemos aspirar a que ese encuentro sea en conciencia espiritual y no en otra situación material. Lo importante es desear regresar a Dios, a Su Morada Suprema donde vamos a poder estar con Él y con las almas eternamente liberadas, donde no existe la separación ni la aflicción. De esta forma, nuestro Maestro Espiritual nos indicó que la vida y la muerte son diferentes peldaños que Dios nos quiere enseñar. La felicidad y la aflicción, la riqueza y la pobreza, todas son facetas de un mundo donde todos somos igualmente dependientes de la misericordia. Con frecuencia, mientras no conozcamos la experiencia de la partida de un ser querido, vivimos en forma superficial y no debe ser así; debemos buscar la esencia, la sagrada esencia de todo, para no tener que enfrentar un buen susto.
*“Esta alma individual es irrompible e indisoluble, y no se la puede quemar ni secar. El alma está en todas partes; y es sempiterna, inmutable, inmóvil y eternamente la misma.” -El Bhagavad Gita 2.24-
*Uno no debe sufrir por la muerte, porque realmente el alma es eterna; siempre ha existido y siempre va a existir. Nuestra vida es como un río que fluye eternamente; sólo cambian los paisajes y los personajes que vemos durante las diferentes etapas de nuestro recorrido.
*“La persona que no se perturba ante la felicidad y la aflicción y que permanece estable en medio de ambas, es sin duda merecedora de la liberación.”-El Bhagavad Gita 2.15-
Máximas:
“Nunca se apegue a nada material que detenga su progreso espiritual”.
“La vida es muy difícil, pues hay problemas a cada paso, pero los peores problemas los estamos cargando dentro de nosotros”.
Fuente: Colección Sabiduría Védica
Autor: Swami B.A. Paramadvaiti